Aquí mi reflexión tras leer unas declaraciones de El Langui
Leía el otro día una entrevista que le hicieron al polifacético El Langui en El Mundo y ya en el titular empezaba mal la cosa. La respuesta concreta y ampliada era ciertamente llamativa. Se declaraba “de izquierdas”, así que podemos imaginar cuál era su postura cuando hablaba sobre el papel de los empleados con respecto a la empresa y la situación que se vive con la entrega masiva de subvenciones. Lo puse en Linkedin y ahora te expongo mi reflexión más personal.
Se debería poder ser de izquierdas y no tener a los empresarios en el punto de mira como si fuésemos el gran enemigo a batir.
Generamos empleo y, seguramente, como en todas las áreas habrá gente que busca aprovecharse, que intenta ganar unos míseros euros a base de aprovecharse de las necesidades de los empleados.
Pero es que realmente ya no sabemos decir, acogiéndonos al baremo de la izquierda, cuántos empresarios son/somos ángeles y cuántos son/somos demonios.
Comentaba el artista que “el pueblo está harto de trabajar 10 horas al día hasta los 65 años y por 1.200 euros pagando 700 de alquiler”.
No se tiene la verdad absoluta por mucho que combinemos varios datos y escenifiquemos una situación más propia del infierno. Es más, me atrevería a decir que la única verdad de todo el enunciado es que el pueblo está harto.
Sí, y más que lo podría estar si las cotizaciones laborales las pagara el propio trabajador y no se restaran automáticamente de la nómina. Lo propuso Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, y no pudo estar más a favor de la medida.
Mira, al empresario nos cuesta cada vez más pagar las nóminas, y no porque suban automáticamente como la espuma.
A diferencia del sector público, donde anualmente se suben todas las nóminas, en la empresa privada nos toca mirar cada céntimo para ajustar cada uno de los pagos que debemos hacer.
Nos comprometemos a abonar periódicamente unas nóminas que salen de la caja de la empresa, cosa que no pasa en la función pública. Nosotros no tenemos una hucha sin fondo para pagar y subir de forma descontrolada las nóminas periódicamente.
La verdadera historia es que el trabajador recibe cerca de 60% de toda su nómina. Esa cantidad restante no nos la quedamos para irnos de comidas y viajes de lujo, ni para encendernos un puro al llegar a casa.
Hay una parte de la nómina que va directamente a las arcas del Estado. Es más, hemos llegado a un punto en el que cualquier subida salarial la ‘agradece’ más la Seguridad Social que el propio trabajador.
Es por ello que debería cumplirse la propuesta de Garamendi, que sea el trabajador el que tenga que cumplir periódicamente con las obligaciones fiscales de su contrato, que sea el empleado el que mes a mes tenga que abonar directamente al Estado un porcentaje obligatorio de su nómina. Sólo así “el pueblo harto”, que menciona El Langui, sería conocedor de cuánto cobra realmente y cuánto ‘le quita’ el Estado todos los meses.
Sí, nosotros podemos pagar cantidades mensuales que pueden rondar los 2.200 euros y que en la cuenta bancaria sólo se ingrese poco más de la mitad. Pero es que no somos los empresarios los que decidimos cuánto dinero destinamos de la nómina a las cotizaciones.
Sin simples baremos que conforme se aplica un sueldo se van ajustando retenciones, devengos y deducciones. Así que desconozco en base a que El Langui es capaz de lanzar una afirmación así, porque el empresario paga mucho más que esos 1.200 euros que comenta el cantante y actor.
Luego está lo de las horas. Hablar de las condiciones laborales es meterse en un terreno fangoso. Y no porque sea un tema tabú y justo en esto los empresarios debamos callarnos, sino porque son tan particulares como personales y propias de cada empresa.
¿Habrá abusos con los horarios? Por supuesto, sin ninguna duda, pero generalizando sólo se consigue crear un aura de explotación, que no existe en la realidad.
En Nuwe cumplimos con la ley. Trabajamos 8 horas como está estipulado y las nóminas se abonan periódicamente conforme firmamos en los contratos. Tal vez toca ya oponerse al discurso de odio, que siempre parte desde la misma rama política, contra los empresarios.
Nosotros no nos quedamos ningún porcentaje del sueldo. Y lo que realmente puede ser es que el pueblo esté “harto” de ver como parte de su esfuerzo y dedicación diaria no llegan a su cuenta bancaria. Nosotros lo pagamos, pero llega el Estado y se lo queda.